La lluvia comenzó desde ayer, se detiene por
pequeños lapsos, supongo toma fuerza para sumergirse bajo la tierra. Hace horas
que veo llover, impávida, inamovible desde un arrinconado lugar de mi
habitación que tiene vista a la ventana.
Desde acá, de este lugar pasible se ve la
continuidad de la oscuridad del día, se le ve lo gris al cielo. Confieso que
hoy no quiero… no puedo salir y ver la
desdicha de esta gran ciudad, ni su ajetreo, ni su violencia… ni mucho menos su
crueldad.
Quisiera quedarme en este rincón, a darle vueltas
a mi cuerpo sentado que se está quedando dormido en esta silla y seguir
escuchando voces.
Decido transcurrir por la vida sin que sepas de
mí; ser sin saber de ti. Trastornado e ignorante, porque hoy sé que me asusta y
aun así, ya no me aterra saber que cuando dejo de amar a una mujer lo menos que
puedo pensar es en culpabilidad.
Soy vulnerable a cualquier accidente, soy un
mortal sensible a cualquier fallo, un mortal que es libre de decidir mi propia
forma de morir.
Mi muerte es la desaparición de lo problemático,
es no volverte a ver jamás. Porque nunca nada es para siempre, ni los castigos
míticos del exilio, ni la locura, ni la muerte ni mucho menos la dimensión de
lo trágico. Lo trágico es vivir contigo.
Me fastidie de tener víctimas, de someterlas, de
esta misma fantasía y del deseo por la muerte. Nuestro silencio es el secreto
de lo que no queremos nombrar, el silencio es el desgarro de este aborrecimiento
que hoy siento por ti y por este desprecio feroz y obsceno.
Bendita y desconocida agonía, única celebración e
irrepetible ceremonia. Hoy enloquezco de dolor, de amor, de soledad, de elogiar
a la locura e irme con la deuda más importante de la vida.
Hoy me exilio de los externos siniestramente
silenciosos, forjando ilusiones sin límites y haciendo crecer mi fascinación
por la muerte.
Muerte a la muerte. Enigma de ausencia, riesgo del
encerramiento. Tortura real. Tortura la posibilidad de olvidar la vanidad de la
vida que es la muerte misma.
by mitch
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