Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.
- Julio Cortazar -
Hoy como siempre, me
pregunté ¿Por que el mundo no habla de ella o de mí? Repito una y otra vez: de ella, de ella, de
ella. Si tan sólo todo fuera tan fácil
como olvidarla a los quince segundos después de haber cerrado una puerta de
hotel y quedarte del lado del pasillo, con la cabeza caída; divagando... olvidando. Nunca sabré lo que pasa detrás de la
habitación. De cada habitación.
Ya no duelen las
culpas, cuando siempre se anda tragada en la sepultura de cada ocaso, por que yo, una amante, siempre permanece en el rezago de la noche pero lista para sostener las paredes de la que habrá
hacérsele el amor el día de mañana. Por que a pesar de que ya no busque a nadie, siempre
hay una mujer que me descubre para su deleite y que después de haberse venido, encuentra nuestro olvido ¿Y yo? En mi paso absorto, ya no pretendo encontrar una melodía que quiera recordar para cantarla todos los días.
¿Sabes? Una amante es la que
nunca podrá gritar un nombre por más que se le desgarre la garganta y se abra
la carne con sus propias uñas por cerrar tan fuerte los puños en su tristeza.
Es la que les cubre las sucias pasiones con falsas promesas, consolando miedos ajenos y abrazando ilusiones perdidas, por que la amante es incapaz de ser débil y mucho menos
ser la que pierde.
Es insolente y sin vergüenza blasfema sus penas
con el diablo, se pasea por entre sus cuernos contando sus enredos pero jamás pronunciando sus nombres. A veces toma
pastillas para no dormir y evitar soñar con ellas, eso es lo de menos o lo de más, por que una amante nunca confiesa que
se encuentra cansada por que ha
dejado morada tras morada para que ellas, las otras, corran a unos brazos que no son los
suyos y a veces solo quisiera dormir para volver a encontrar.
Otra cualidad de una amante es que es imperturbable, por que no se derrota ante la ropa marchita que se esparce por los suelos y nunca pierde el placer de relamer un caramelo
en cada labio que recorre, que muerde. No cree en amores tontos, o ¿La tonta es ella? y es creadora de mentiras piadosas cuando posee un cuerpo cada noche, siendo capaz de escribir novelas
absurdas para que ellas se conviertan en diosas salvadoras de una mortal agonizante que las amara por siempre. Falsa redención.
Es capaz de prepararles una merienda de manjares sicalípticos dónde entrelaza sus manos con las de ellas, les regala mil
sonrisas, mil palabras para que se sientan entre amores galantes, de esos que
se pierden en tormentas libidinales que van buscando un sol que les seque las
ropas húmedas del enardecimiento y al final... una vez más se exhibe triunfal mientras firma un verso vehemente en
un beso de despedida sobre
una frente fatigada.
Así es, la amante es adicta a la noche y suplica en
cada botón desabrochado que permanezca, porque sin la noche esta
completamente sola y le sienta tan bien el
frió, porque solo así puede ser abrazada ante cualquier esperanza perdida.
Alguna vez, la amante se extravió
por todos los mundos, por eso es la peor vista de los mortales, una pagana que
encuentra paz a su locura en la humedad de unos labios y que se refugia en la cordura de un par de
senos. Refrenda un testamento en donde no tiene nada que dejar pero donde ellas
le suplican heredar su lengua entre sus piernas.
Se conoce como engendradora de pandemoniums por sus dedos y esparce todos sus demonios en cada
cadera, puede perturbar los pensamientos con su voz soez y convencer el regreso de los ecos de un cuerpo
desnudo y húmedo de mujer, pero jamás permite que una melena larga se le tuerza por el cuello que la haga permanecer.
Desconoce las
fracciones del tiempo y los segundos los vuelve eternos, es leve en su
presencia y en una pequeña ranura del tiempo se presenta en todas las
reflexiones. No puede separase de los imaginarios y entre dos porciones de
tierra; borra el futuro y oscurece el presente en un eterno abandonado que acompaña el desengaño y la traición. Regala alegría con orgasmos que musitan plegarias místicas fundidas al sexo obsceno
y fugaz. Construye templos falsos en cada
habitación por que es una penitente que escupe en los pabellones del placer y
que enloquece a cada mujer con la promesa que al siguiente día podrá regresar. Su voz es cadente
y efímera.
Busca la perfección
de cada beso, de cada caricia, con tal de ser conservada. Aborrece el tedio y
quisiera no equivocarse cada vez que cuenta los besos que le caben a una boca.
Carece de voluntad ante un cuerpo desnudo, que la vigila, que la desea y que la
calla para que las risas nunca se acaben, por que la muerte se le duerme al costado
cada vez que parafrasea sobrenombres de amor que le envenenan la saliva
enmielada de la mentira. Renuncia a la prisa de los torpes y se confronta con
los recuerdos para ofrecer que ella es real. Que la única virtud sólida que
tiene es saberse querida por un par de segundos, el resto solo es un espacio
entre el olvido y la esperanza.
Ella es una dictadura
en cuatro paredes y colchón, es la aterradora verdad de dominar a la mujer
tendida. Un suicidio cuando ellas lloran, la regañan o la narcotizan de deseo. Sabe
que un beso sutil puede aniquilarla, que la sangre se le amotina en el pecho
con una suave voz y que la respiración se le pierde en un bello aroma. No sabe
pintar mundos rosas y aun así, a veces, no quisiera abandonar esas caricias que
la marchitan.
No sabe lo que es la
palabra promesa y aunque muera por volver, se siente incapaz de reclamar o tan
solo de exclamar. Conoce todos los signos secretos del placer y los traduce en
caricias entre sabanas. Hechicera haciéndose invisible ante el mundo con su
soberbia e indiferencia. Asesina que apuñala el deseo mutuo con su lengua, quimérica
fantaseada porque en el fondo de su perversión desearía estar por siempre con ella,
con la otra.
La amante es una
fugitiva, que no puede desnudarse sin la otra, que es incapaz de llorarse y de
ver del otro lado de la pared, que no sabe como ocuparse de su corazón, que
hipócrita camina por el mundo, que en los bordes de la ciudad aborrece sus
anhelos, que no sabe cómo encantarse y no puede hablarse ni sentir su propio
pellejo, ha perdido su propia sombra. Se atreve a comprender que nunca va a ninguna
parte, que es culpable de robarse los perfumes ajenos, que malvive en los
corazones, que si alguien la ama huye del terror, no sabe ceder a sus caprichos
y orgullosa solo se sabe amante... sólo sabe que ellas regresaron, regresan y
regresaran por siempre a sus brazos. La amante es inmortal.
Te confieso que la traición de la
amante, es no conseguir olvidar a quien amó por vez primera y haberse transformado en amante... sencillamente es continuar con el linaje. Mi garantía para no rendirme es amarrarme un no cuando te ruegan: quédate esta noche y orillar a la otra a la cama de su amada, por
que si la amante dijera un día te amo, se traicionaría a sí misma.
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